Lo más parecido a una definición de psicoterapia que he encontrado por parte de la OMS viene diciendo que se “refiere a intervenciones planificadas y estructuradas que tienen el objetivo de influir sobre el comportamiento, el humor y patrones emocionales de reacción a diversos estímulos, a través de medios psicológicos, verbales y no verbales” .
Intervenir, en el diccionario de la RAE tiene 14 definiciones, de ellas la que más se ajusta este contexto es “tomar parte”, el resto de las definiciones no se ajustan mucho y además contienen palabras como: examinar, censurar, dirigir, limitar, suspender, espiar, fiscalizar, operar, autoridad, interceder, mediar, interponerse… No sé, no me convence demasiado, pero tampoco se me ocurre una definición. El caso es que vienen personas a hablar conmigo, normalmente personas que quieren conseguir algo (¿un cambio?), y con cierta frecuencia ocurre (tremenda imprecisión, y aun así tengo la sensación de haberme pillado los dedos) sobre lo que pasa durante el proceso no lo tengo demasiado claro. Mi prepotencia psicoterapéutica me hace pensar que yo hago cosas con cierta intención que tienen alguna relación con ese resultado (y de nuevo tengo la sensación de pillarme hasta la muñeca).
¿Porqué me he parado a esta tontá? Pues no lo sé, quizá tenga que ver con que ésta es la entrada 100 del blog y me he puesto reflexivo, tal vez esté relacionado con que en este sitio he dedicado un alto porcentaje de espacio a meterme con clasificaciones diagnósticas, modelo médico, las pirulas o algún colega ilustre del psicofrikismo y es momento de la autoflagelación o quizá sólo con que quería ponerme un poco estupendo. No creo que ninguna de estas explicaciones sea correcta… sólo que me he encontrado con un par de cosas que me han llamado la atención y había que darle una introducción chula (y así me ha quedado… mejor estarse quietecito).
Primero me he reencontrado con Garfinkel. El hombre nos ha dejado en abril y ya se sabe que esto hace que la gente gane caché. Harold Garfinkel es meritorio por distintas razones entre ellas haber parido la etnometodología; corriente (o método) bastante influyente en la Sociología y por ende, en otras ramas de lo psicosocial. A este mérito hay que añadirle el de publicar en el año 1967 un libro con esta repercusión y que tardara 39 años en publicarse en Español (no sé a quien se le debe atribuir el mérito, si al autor, a las editoriales o a la intelectualidad autóctona).
No me voy a parar en la etnometodología (me supera bastante), pero sí en un experimento que describe en “Estudios en etnometodología” (1967... ¿2006?) que me parece curioso: Se le explicó a unos estudiantes de psiquiatría (voluntarios) que iban a participar en un estudio sobre un nuevo método alternativo a la psicoterapia para la resolución de problemas. Ellos tendrían que exponer el problema personal a resolver para posteriormente formularle a un consultor especializado en la técnica al menos 10 preguntas a las que el consultor únicamente contestaría, tras analizar la situación, con un sí o con un no. En realidad estas respuestas no responderían a un análisis de la situación o de la consulta, responderían a una secuencia aleatoria previamente establecida. Lo curioso es que a pesar de que las respuestas no respondían a un razonamiento lógico y en muchas ocasiones eran contradictorias entre sí, los estudiantes encontraban estas respuestas como adecuadas, tenían sentido para ellos, atribuían una intencionalidad positiva al “consultor” y en el caso de que ellos no estuvieran de acuerdo con alguna de las respuestas, podían justificarlas. En algún caso llegaban a declarar que la consulta, a pesar de que en algunas cosas no estaban de acuerdo, había sido “globalmente buena” y les había servido de ayuda con su problema.
El otro trabajo con el que me he encontrado es de un tal Thomas Mackrill, que se inicia con una tesis doctoral que luego se desarrolla en 7 u 8 artículos posteriores. Resumiendo de una forma injustamente simple, solicitó a unos terapeutas y sus clientes que escribieran sendos diarios (cada uno el suyo) sobre el proceso terapéutico, en el caso de los clientes prestando especial atención al tiempo entre sesiones, para luego hacer distintos análisis cualitativos de estos diarios y de las grabaciones de las sesiones. El trabajo entre otras curiosidades parece evidenciar el impacto de “experiencias extraterapéuticas” en el cambio, pero además también se comprueba cómo el proceso del cliente (en terapias efectivas) en ocasiones tiene poca relación con las intenciones-objetivos-procedimientos del terapeuta (por ejemplo una cliente encontró útil que el terapeuta le enseñara la importancia del pensamiento positivo, cuando en ningún caso eso formó parte de los objetivos, intenciones ni procedimientos empleados por el terapeuta), el investigador danés también pudo analizar como una parte importante del proceso de cambio no estuvo relacionada con la adquisición de nuevas estrategias, si no con la utilización de estrategias ya adquiridas previamente al inicio de la terapia.
Aunque en ambos casos se trata de investigación cualitativa con pocos casos y sujeta a interpretaciones, para mí resultan bastante ilustrativos y me invitan a la modestia. Creo en lo que hago (es mi trabajo… estaríamos aviaos), creo que lo que hago yo y muchos de mis compañeros sirve, existe bastante evidencia de que para las personas que tienen dificultades para superar determinadas situaciones es mejor idea iniciar una psicoterapia que no hacerlo. Pero (al Cesar lo que es del Cesar) atribuir los logros conseguidos a las intervenciones o procedimientos podría ser algo precipitado, atribuirlos a los propios clientes parece más acertado. Se me ha enseñado que es importante al finalizar una terapia exitosa “devolver” al cliente la “agencia” sobre el cambio (llámese responsabilidad, autoría…) es justo, aunque quizá sea algo prepotente por nuestra parte considerar que en algún momento nos la ha prestado.
Intervenir, en el diccionario de la RAE tiene 14 definiciones, de ellas la que más se ajusta este contexto es “tomar parte”, el resto de las definiciones no se ajustan mucho y además contienen palabras como: examinar, censurar, dirigir, limitar, suspender, espiar, fiscalizar, operar, autoridad, interceder, mediar, interponerse… No sé, no me convence demasiado, pero tampoco se me ocurre una definición. El caso es que vienen personas a hablar conmigo, normalmente personas que quieren conseguir algo (¿un cambio?), y con cierta frecuencia ocurre (tremenda imprecisión, y aun así tengo la sensación de haberme pillado los dedos) sobre lo que pasa durante el proceso no lo tengo demasiado claro. Mi prepotencia psicoterapéutica me hace pensar que yo hago cosas con cierta intención que tienen alguna relación con ese resultado (y de nuevo tengo la sensación de pillarme hasta la muñeca).
¿Porqué me he parado a esta tontá? Pues no lo sé, quizá tenga que ver con que ésta es la entrada 100 del blog y me he puesto reflexivo, tal vez esté relacionado con que en este sitio he dedicado un alto porcentaje de espacio a meterme con clasificaciones diagnósticas, modelo médico, las pirulas o algún colega ilustre del psicofrikismo y es momento de la autoflagelación o quizá sólo con que quería ponerme un poco estupendo. No creo que ninguna de estas explicaciones sea correcta… sólo que me he encontrado con un par de cosas que me han llamado la atención y había que darle una introducción chula (y así me ha quedado… mejor estarse quietecito).
Primero me he reencontrado con Garfinkel. El hombre nos ha dejado en abril y ya se sabe que esto hace que la gente gane caché. Harold Garfinkel es meritorio por distintas razones entre ellas haber parido la etnometodología; corriente (o método) bastante influyente en la Sociología y por ende, en otras ramas de lo psicosocial. A este mérito hay que añadirle el de publicar en el año 1967 un libro con esta repercusión y que tardara 39 años en publicarse en Español (no sé a quien se le debe atribuir el mérito, si al autor, a las editoriales o a la intelectualidad autóctona).
No me voy a parar en la etnometodología (me supera bastante), pero sí en un experimento que describe en “Estudios en etnometodología” (1967... ¿2006?) que me parece curioso: Se le explicó a unos estudiantes de psiquiatría (voluntarios) que iban a participar en un estudio sobre un nuevo método alternativo a la psicoterapia para la resolución de problemas. Ellos tendrían que exponer el problema personal a resolver para posteriormente formularle a un consultor especializado en la técnica al menos 10 preguntas a las que el consultor únicamente contestaría, tras analizar la situación, con un sí o con un no. En realidad estas respuestas no responderían a un análisis de la situación o de la consulta, responderían a una secuencia aleatoria previamente establecida. Lo curioso es que a pesar de que las respuestas no respondían a un razonamiento lógico y en muchas ocasiones eran contradictorias entre sí, los estudiantes encontraban estas respuestas como adecuadas, tenían sentido para ellos, atribuían una intencionalidad positiva al “consultor” y en el caso de que ellos no estuvieran de acuerdo con alguna de las respuestas, podían justificarlas. En algún caso llegaban a declarar que la consulta, a pesar de que en algunas cosas no estaban de acuerdo, había sido “globalmente buena” y les había servido de ayuda con su problema.
El otro trabajo con el que me he encontrado es de un tal Thomas Mackrill, que se inicia con una tesis doctoral que luego se desarrolla en 7 u 8 artículos posteriores. Resumiendo de una forma injustamente simple, solicitó a unos terapeutas y sus clientes que escribieran sendos diarios (cada uno el suyo) sobre el proceso terapéutico, en el caso de los clientes prestando especial atención al tiempo entre sesiones, para luego hacer distintos análisis cualitativos de estos diarios y de las grabaciones de las sesiones. El trabajo entre otras curiosidades parece evidenciar el impacto de “experiencias extraterapéuticas” en el cambio, pero además también se comprueba cómo el proceso del cliente (en terapias efectivas) en ocasiones tiene poca relación con las intenciones-objetivos-procedimientos del terapeuta (por ejemplo una cliente encontró útil que el terapeuta le enseñara la importancia del pensamiento positivo, cuando en ningún caso eso formó parte de los objetivos, intenciones ni procedimientos empleados por el terapeuta), el investigador danés también pudo analizar como una parte importante del proceso de cambio no estuvo relacionada con la adquisición de nuevas estrategias, si no con la utilización de estrategias ya adquiridas previamente al inicio de la terapia.
Aunque en ambos casos se trata de investigación cualitativa con pocos casos y sujeta a interpretaciones, para mí resultan bastante ilustrativos y me invitan a la modestia. Creo en lo que hago (es mi trabajo… estaríamos aviaos), creo que lo que hago yo y muchos de mis compañeros sirve, existe bastante evidencia de que para las personas que tienen dificultades para superar determinadas situaciones es mejor idea iniciar una psicoterapia que no hacerlo. Pero (al Cesar lo que es del Cesar) atribuir los logros conseguidos a las intervenciones o procedimientos podría ser algo precipitado, atribuirlos a los propios clientes parece más acertado. Se me ha enseñado que es importante al finalizar una terapia exitosa “devolver” al cliente la “agencia” sobre el cambio (llámese responsabilidad, autoría…) es justo, aunque quizá sea algo prepotente por nuestra parte considerar que en algún momento nos la ha prestado.
9 comentarios:
Siguiendo el hilo, tomo el I Ching (versión /traducción Richard Wilhelm, prólogo C.G.Jung), reflexiono sobre la pregunta que voy a hacer (parte importante del procedimiento!) y como soy perezoso para en contrar la respuesta abro el libro por una página al azar. Como es habitual encuentro un dictámen poético-filosófico (en este caso sobre el viento, la llanura , y los antiguos reyes). A pesar de la distancia espacio-tiempo-cultural se producen asociaciones en el coco. Tengo la impresión de haber aclarado algo o de haberme acercado a la respuesta de mi pregunta.
Por si no tienes nada mejor sobre qu é cavilar, ahí va la pregunta: ¿qué es mas interesante? ¿descubrir porqué a mi me aclara algo este proceso? ¿descifrar como ocurre el proceso (al que le ocurre)? ¿o simplemente utilizarlo?
Eppur si muove ... abrazos,
Buen ejemplo el de Pere (¿y si todas las preguntas son interesantes?).
Creo que nuestra función es crear contextos que faciliten el cambio. El contexto específico sólo es relevante en última instancia para el buscador del cambio: ¿se le ajusta? ¿le permite avanzar? El proceso es bidireccional, y por tanto el contexto lo internaliza cada parte según su perfil (y según sus necesidades en el caso del paciente/cliente). Al mismo tiempo es asimétrico: uno enfoca su atención sobre el otro más que al revés (y por ello tiene que llevar algún mapa, aunque sea precario, de por dónde parecen pisar). Entonces, la intención y la responsabilidad que uno asume de (ayudar a) diseñar, sintonizar y ajustar/rectificar/progresar ese contexto creo que da un valor distintivo (pero no indispensable) a lo que hacemos (intentamos) y si además es ético (busca darle poder-libertad al otro, resolver la asimetría) pues por ahora me vale para seguir creyendo.
Es curioso entonces. La terapia responsabilizadora, que consiste básicamente, en lobotomizar verbalmente al paciente con la idea de que la responsabilidad de su vida es suya...
Y al final resulta que el paciente nunca ha dicho lo contrario.
Estaba pensando en lo del contexto. Creo que el paciente también diseña el contexto. Por ejemplo, el paciente escoge a que psicólogo ir y también anticipa muchas cosas. Y si el paciente ha ido a cien psicólogos antes, pues aún más.
El paciente incluso puede prever las reacciones del psicólogo ante determinados comportamientos suyos, anticiparlo. El paciente incluso puede diseñar el contexto en el que meterá al psicólogo.
Por ejemplo, si el paciente va al psicólogo y le dice que tiene pensamientos recurrentes, pues puede anticipar que el psicólogo le dirá que tiene un TOC. Sobretodo si el paciente ha ido a más psicólogos antes. O incluso peor aún. El paciente puede simular una actitud y anticipar que el psicólogo le achacara falta de responsabilidad a la hora de enfrentarse al problema.
Y todo ese contexto el paciente anticiparlo con antelación.
Gustavo: comparto tu reflexión acerca de crear contextos que faciliten el cambio. Creo como tú en la necesidad de seguir un mapa. Sigo creyendo, no lo he dejado de hacer nunca. Sé que en mi consulta pasan cosas y luego la gente mejora. Las atribuciones sobre qué es lo que pasa, son eso, atribuciones (y tienen una gran importancia).
Auluine: totalmente de acuerdo en que la generación del contexto es algo compartido, en lo que ambos participan. Por otra parte, no tengo ni idea de qué es la "terapia responsabilizadora", me confunde, de la misma manera que me confude esa idea de "que el paciente tiene la responsabilidad sobre su propia vida". Hay muchas formas de entender la terapia, desde el punto de vista del terapeuta: aquella que internaliza el éxito (cuando mejora ha tenido que ver con mi pericia) y externaliza el fracaso (la técnica es buena, pero el paciente no colabora). De hecho algunos compañeros acusan directamente a sus clientes de su propio fracaso; -es que no estás colaborando por eso no hay nada que hacer.
Yo creo (y es una idea que me ayuda a trabajar, y para la que, los ejemplos del post me ayudan a darle cierto "cuerpo" de realidad) en la externalización del éxito y la internalización del fracaso. Estoy completamente seguro en la potencialidad de cambio de mis clientes. Si ellos mejoran, normalmente tiene que ver con habilidades, conocimientos, destrezas, que tienen y acontecimientos en su propia vida que han sabido aprovechar (al menos, parece que algunas investigaciones proponen que los "factores extraterapéuticos" juegan un papel muy importante en el cambio) por otra parte cuando mis clientes no mejoran, estoy fracasando (yo) a la hora de reclutar estas habilidades, conocimientos y destrezas que yo sé que tienen. Si alguien me paga por hablar con él, la responsabilidad de que ocurran cambios es mía y sólo mía (por eso me pagan) si no lo consigo, es que no estoy haciendo bien mi trabajo.
Yo no entiendo lo de la responsabilidad. Pero la terapia responsabilizadora tiene su propio contexto, delimitado por reglas escritas o no escritas que dicen que el paciente es el agente de su cambio, que la responsabilidad de cambiar es en último término del paciente y que si el paciente no quiere pues por muy buena que sea la terapia no hay solución.
Eso es distinto a por ejemplo cuando tienen que operarte. Te anestesian, te operan y te sientes mejor. Aunque luego le digas al médico: ¡pero si yo no quería curarme ni sentirme bien, vine sólo a llamar la atención!
Pero da lo mismo, la operación funcionó igual. La terapia responsabilizadora quizá considera que eso no es ético, por tanto por eso su incapié en que es el paciente el que tiene que querer curarse.
Sigo sin saber que es la terapia responsabilizadora. De acuerdo con que se pueda generar un contexto en que quede implícito que el cliente es el agente de su propio cambio, no sé si esto es bueno o no... sin embargo distintas investigaciones apuntan a esta idea. Por una parte, que en una sesión de terapia ocurren cosas que parece que pueden tener que ver con el cambio (es decir, que parece que ya no hay duda en absoluto sobre que es efectiva) pero por otra parte hay muchos indicios de que el autor del cambio es, mayoritariamente el cliente, por citar los más conocidos: el cambio pretratamiento (el propio efecto terapéutico que tiene estar en lista de espera, desde que el cliente solicita una cita hasta que llega a la primera sesión ya mejora en porcentajes que van, dependiendo de los estudios entre un 30% hasta un ¡70%!), el propio efecto placebo.
Esa idea del "paciente no quiere curarse" es una forma de ver la cuestión... de salvar el propio culo del terapeuta, en mi vida he visto tal cosa (que alguien acuda a una consulta para seguir como está)... puede pasar que el cliente no quiera cambiar en el mismo sentido que su terapeuta quiere que cambie... y esto ya es otra cosa.
Un saludo, y siempre bienvenido.
Me ha encantado su articulo. Mi enhorabuena. Pablo
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