Que un país que se erige en adalid de la libertad y la democracia, se pase aquello de los Derechos Humanos por el arco de triunfo no es ninguna novedad. Tampoco es ninguna sorpresa que esta trasgresión cuente con la aquiescencia de al menos una parte importante de sus ciudadanos (frente a las Naciones Unidas, los Estantos Juntitos… que mandamos mucho más. Y si alguien no se convence tenemos unos pepinacos superconvincentes). Lo que sí me molesta, aunque tampoco me sorprende, es que haya representantes de las “ciencias de la salud” que se dediquen a administrar malestar al personal. Resulta que desde hace tiempo y en distintos medios se viene denunciando la participación de médicos, psiquiatras y psicólogos en los “interrogatorios” efectuados por la armada americana y
El presidente del Comité Asesor en Bioética de Bush, ante esta polémica, ha insistido en que la ética médica es la misma para los médicos civiles que para los médicos militares “salvo contingencias extremas” (contingencias extremas: de los mejores malabarismos verbales desde la invención del “daño colateral”) de manera que en la práctica, algunos médicos y psicólogos militares americanos se ponen a repartir mamporros según le salga de la “contingencia extrema”. En el año 2006
La cuestión es que nos encontramos, por una parte con que el personal médico-militar está sujeto indistintamente al código deontológico propio de su profesión (Señores: hay que ser buenos y curar a los que están malitos, Hipócrates dixit) y al comportamiento que se espera de él por su condición de soldado (el enemigo es malo malísimo y comunista, por lo que se le puede hacer pupita por el bien de la patria, la libertad, la democracia y
Pues bien, parece que
Señoras y señores aspirantes a dóminas encueradas, zapato de tacón y látigo en mano; esta profesión puede ser muy bonita, hagan el favor de no ensuciarla.
Ala!… a ser buenos
Más información: New England Journal of Medicine y New Scientist
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