22/9/08

BIOTÉTRICA


Que un país que se erige en adalid de la libertad y la democracia, se pase aquello de los Derechos Humanos por el arco de triunfo no es ninguna novedad. Tampoco es ninguna sorpresa que esta trasgresión cuente con la aquiescencia de al menos una parte importante de sus ciudadanos (frente a las Naciones Unidas, los Estantos Juntitos… que mandamos mucho más. Y si alguien no se convence tenemos unos pepinacos superconvincentes). Lo que sí me molesta, aunque tampoco me sorprende, es que haya representantes de las “ciencias de la salud” que se dediquen a administrar malestar al personal. Resulta que desde hace tiempo y en distintos medios se viene denunciando la participación de médicos, psiquiatras y psicólogos en los “interrogatorios” efectuados por la armada americana y la CIA (viene a la cabeza la situación de los presos en Guantánamo).



El presidente del Comité Asesor en Bioética de Bush, ante esta polémica, ha insistido en que la ética médica es la misma para los médicos civiles que para los médicos militares “salvo contingencias extremas” (contingencias extremas: de los mejores malabarismos verbales desde la invención del “daño colateral”) de manera que en la práctica, algunos médicos y psicólogos militares americanos se ponen a repartir mamporros según le salga de la “contingencia extrema”. En el año 2006 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) prohibió la participación “directa” en interrogatorios militares, opinión que apoya la Asociación Médica Americana, sin embargo la opinión del Departamento de Defensa no es la misma, ya que en su política de interrogatorios requiere la presencia de un médico para “determinar que los prisioneros están preparados para el castigo” (vamos, informará si el pulpo ya está blandito o se le puede zumbar un poco más), los médicos también podrían administrar el castigo “de acuerdo con las leyes aplicables” ¿?

La cuestión es que nos encontramos, por una parte con que el personal médico-militar está sujeto indistintamente al código deontológico propio de su profesión (Señores: hay que ser buenos y curar a los que están malitos, Hipócrates dixit) y al comportamiento que se espera de él por su condición de soldado (el enemigo es malo malísimo y comunista, por lo que se le puede hacer pupita por el bien de la patria, la libertad, la democracia y la Big Mac con patatas grandes y coca-cola, Chuck Norris dixit). Por otra parte nos encontramos con políticas ambiguas por parte de organismos como la APA, que prohíben la participación directa en los interrogatorios pero permiten que psicólogos y psiquiatras puedan realizar trabajos de “consultoría” en este sentido y formar personal especializado en apretarles las tuercas a los señores malos y hacerles cantar “Asturias Patria querida” con voz de soprano.

Pues bien, parece que la APA pretende poner fin a esta ambigüedad y proponer una política clara a favor del sentido común y los Derechos Humanos y en contra de la participación de compañeros de profesión en prácticas de tortura. Nos cuenta Benedict Carey en su columna del New York Times que los miembros de la Asociación de Psicología Americana han votado para prohibir la participación de psicólogos como consultores en interrogatorios realizados a los presos de Guantánamo. La buena noticia, es que la mayoría de los psicólogos americanos que participaron en el referendum, se muestran a favor de la prohibición. La mala noticia es que más del cuarenta por ciento de los miembros de la APA que votaron, lo hicieron en contra de la prohibición ¿alguien lo entiende?

Señoras y señores aspirantes a dóminas encueradas, zapato de tacón y látigo en mano; esta profesión puede ser muy bonita, hagan el favor de no ensuciarla.

Ala!… a ser buenos


Más información: New England Journal of Medicine y New Scientist

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