12/3/08

PRISION BREAK


En 1973 a Phillip Zimbardo se le ocurrió intentar un experimento que se ha convertido en un clásico, recientemente ha publicado un libro titulado “El efecto Lucifer” en el que analiza algunas de las principales implicaciones de este experimento que fue conocido como el experimento de la cárcel de Stanford.

El Sr. Zimbardo puso un anuncio en un periódico solicitando voluntarios que participaran en un experimento para estudiar los efectos psicológicos de la vida en la cárcel. Se presentaron más de 60 personas (la mayoría estudiantes), de los que seleccionaron 18, se pasaron una serie de pruebas para eliminar personas que sufrieran problemas médicos o psicológicos, de alguna manera se buscaba una muestra representativa de “población normal” (vamos, que incluir al primo de Norman Bates podría desvirtuar el experimento). Estas 18 personas se dividieron aleatoriamente en 2 grupos 9 presos y 9 carceleros.

Se consiguió una situación lo más realista posible, los carceleros fueron uniformados y se les proveyó una porra y unas gafas de espejo que no permitieran el contacto ocular (atención a la foto, recién salidito de los Village People). Con los presos se siguieron muchas de las medidas de despersonalización que se suelen usar en algunas instituciones, fueron uniformados, despiojados, se les puso una media en la cabeza para simular que se les rapaba el pelo y finalmente, fueron numerados de manera que dejaron de dirigirse a ellos por el nombre propio. Se construyó para la ocasión, en los sótanos de la universidad de Stanford, una versión lo más realista posible del Caldero-Resort, en el que los presos pasarían dos semanas y los carceleros realizarían sus turnos de 8 horas en grupos de tres.

Se trataba de comprobar, como un contexto como el carcelario puede influir en el comportamiento… los resultados fueron espectaculares. Al poco tiempo de comenzar el experimento todos los participantes, prisioneros y carceleros estaban metidos en su papel, de hecho tras un día de encierro se produjo el primer motín y con él los carceleros idearon formas de someter a sus prisioneros que cada vez fueron más crueles y efectivas, que incluyeron humillaciones, castigos físicos y vejaciones de carácter sexual que se fueron intensificando progresivamente. A los prisioneros se les quitó la ropa, se les negó la comida, se les negó también la posibilidad de ir al baño teniendo que realizar sus necesidades en cubos que permanecerían en sus celdas, se les castigaba realizando flexiones, se les obligaba a adoptar posturas con connotaciones sexuales (¿alguien se acuerda de Abu Ghraib?), se les llamaba constantemente para recuento, se les obligaba a limpiar los baños con las manos desnudas… Por otra parte los prisioneros fueron sometiéndose progresivamente a sus captores, los compañeros que se revelaban eran percibidos como alborotadores que ponían en peligro su tranquilidad en la cárcel, había desconfianzas, “chivatos”, etc.

El experimento se descontroló tanto que atrapó a los propios investigadores. Ante un rumor de fuga, Zimbardo en lugar de observar la situación (como se esperaría de un investigador), comprobar cómo se propaga el rumor, cómo se organiza la fuga y cómo los guardias intentan sofocarla, lo que hizo fue concentrar sus esfuerzos en evitar que ésta se produjera, de hecho pidió colaboración a la policía para poder trasladar su “cárcel” a comisaría, porque ésta era “más segura”. La negativa de la policía lo enfureció muchísimo.

Este experimento programado para dos semanas, se descontroló de tal manera que tuvo que detenerse ¡a los seis días!. Los experimentadores al observar las cintas (todo el experimento fue grabado) se dieron cuenta que durante la noche, cuando los guardas pensaban que no se les estaba grabando, las vejaciones eran mucho más intensas. Por otra parte se invitó a la Dra. Christina Maslach a entrevistar a los reclusos y al verlos encadenados entre sí por los tobillos y con bolsas de papel en la cabeza, salió totalmente escandalizada llamándole la atención a Zimbardo. Cincuenta personas habían visitado el lugar antes, y ninguna había cuestionado la moralidad del experimento. Durante estos 6 días, 4 reclusos tuvieron que ser substituidos por padecer importantes trastornos emocionales (lloros constantes, gritos, comportamiento desorganizado, pesadillas incluso uno de ellos llegó a padecer un sarpullido psicosomático). Por otra parte, aunque entre los guardas había distintos grados de mala baba, ninguno de ellos pidió abandonar el experimento, al contrario, algunos se ofrecían a realizar horas extras sin compensación económica.

A la vista del experimento se podría pensar que, para que una persona se comporte como el demonio, sólo habría que ponerle cuernos, rabo y darle un tridente. Sin embargo, si me he mostrado siempre contrario al determinismo biológico del comportamiento humano, tampoco soy partidario del determinismo ambiental como explicación única del comportamiento. De hecho en Stanford, aunque todos los participantes fueron atrapados por el contexto, no todos lo hicieron por igual, a los guardas no les “ponía” llevar porra de la misma forma. El mismo ambiente que “genera” delincuentes, genera también héroes que son capaces de sobrevivir sin recurrir a la delincuencia.

9 comentarios:

Druid dijo...

Ya habia leido sobre ese "experimento"... que se rian los de gran hermano.
Estoy contigo sobre los condicionantes ambientales... pero creo que has de ser una persona con una conciencia de tu "yo" muy profunda para no dejarte llevar por la situación... si al fín y al cabo, estas jugando a un papel que es el que se espera de ti...
¿o no?

Anónimo dijo...

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Un Saludo

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Paz Zeltia dijo...

Y el experimento ése digo yo que también tendría resultados diferentes si tanto los que hacían de carceleros como los que hacían de presos no hubisen visto jamás en su vida los montones de pelis de cárceles que todos hemos visto.

O no.

intoku dijo...

Hola Antonio. Este post es una coincidencia extraordinaria. Justo estaba pensando en escribir sobre el experimento de Stanford en el blog. Lo haré en breve.

Saludos,

Intoku.

vermella dijo...

No conecía el experimento y las conclusiones me dejan pensativa,gracias por todo lo que aquí aprendo.......
el hombre siempre depende de las circustancias.

irakolvenik dijo...

Este experimento es ciertamente controvertido, sin embargo nos aporta una información muy valiosa y es que muchas veces atribuimos el comportamiento de las personas a características internas, dejando de lado la situación (lo que se conoce como error fundamental de atribución). Con estos resultados, como para ignorar el papel de la situación... ¿verdad?

Saludos!

PS: yo también hablé de este experimento en mi blog Espacio Sináptico
http://espaciosinaptico.blogspot.com/2008/04/la-crcel-de-stanford.html

A Conxurada dijo...

Eu tamén sabía do experimento...os condicionantes ambientais, e o poder, que se sobe á cabeza.